11 febrero 2010

Lo que merecemos... ni más ni menos.

En 1948 se publica una novela titulada 1984, escrita por un tal George Orwell (a algunos os sonará, si no caes ahora verás como más adelante te acuerdas). Fue un periodista y escritor de origen inglés posicionado en contra del Imperialismo británico, sobre todo en la India (zona donde él nació), así como de los movimientos totalitaristas nazi y stalinistas tras participar en la Guerra Civil española. Escribió también Rebelión en la Granja, (ya te va sonando algo más, ¿verdad?) pero hoy no hablaremos de esta obra. 
La novela Mil novecientos ochenta y cuatro es una dura crítica a las políticas totalitaristas creadoras de un pensamiento único, muestra una sociedad manipulada por el poder en todos los ámbitos de la vida a unos niveles jamás antes imaginados. La importancia de esta obra es tal que se acuña el término orwelliano como sinónimo de sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitaristas y represoras como las que aparecen en la novela. Pero lo más importante, lo que verdaderamente ha perdurado en el tiempo de esta obra y en nuestros días está más vivo que nunca, es la figura del Gran Hermano. ¡A que ya te suena el Orwell este! Claro. Pues sí, en 1984 aparece la figura de un ente superior, dios pagano, juez, poder político, omnipresente y omnipotente guadián de la sociedad que no está por encima del bien y del mal porque Él es el bien y el mal. Este ser, cuyo nombre es Big Brother, vigila sin descanso todas las actividades cotidianas de la población, al punto que inclusive en las calles y casas hay dispositivos de vigilancia para conocer todos los movimientos de los individuos que son seguidos por este personaje mediante miles de monitores. ¿Os resulta familiar?
¿Por qué este rollo? Os preguntaréis. Porque en 2000 se coló en nuestras casas, gracias a Tele 5, esta tropa.


Quien diga que no los recuerda, simplemente miente como bellaco. Vaya por delante que me parece genial que cada uno vea lo que le dé la gana y que nadie es mejor que nadie por ver documentales de la dos (porque es mentira, no los ve) o el telediario en lugar de esto. Es incuestionable que si millones de personas (sólo en España) no cambian de canal teniendo múltiples posibilidades para hacerlo será por algo. Además, qué carajo, yo era el primero que me plantaba delante de la caja tonta para ver cómo les iba a esta gente cada día, atraído más por la novedad que por el interés, también es cierto, pero atraído al fin y al cabo. Perdí interés porque me parecía un programa repetitvo y demasiado extenso, pero aún hoy puedo decir dónde estaba y qué hacía el día en que Ismael ganó el primer Gran Hermano de España. Y eso, pese a quien pese, sólo ocurre con las cosas importantes fuera de lo común.
Ahora bien. Me entra la risa, tía marisa, cada vez que escucho eso de "los concursantes de GH son un claro ejemplo representativo de la sociedad en la que vivimos". ¡Venga coño hombre! Si eso es así, ¡paren esto que yo me bajo! Yo fomo parte de esta sociedad real y creo que no estoy en el mismo saco, es más, creo que en mi vida me he topado con alguien como las personas que aparecen en estas realidades paralelas que cuatro directivos se inventan tras un puro una tarde de reunión. Me parece genial que entretenga a la gente, que le den mil y una vueltas al formato para hacerlo más atractivo al público y que lo vea quien le de la gana, pero no me vendan la moto de que eso es una ventana a nuestra sociedad real.
Por estas mundos casas han pasado, prostitutas, yonkis, chulos de mano rápida, mafiosillos de tres al cuarto, discapacitados, enanos, paralíticos, todo tipo de identidades, filias y parafilias sexuales, casados que salieron solteros, divorciados que se casaron, madres con sus hijos, espesitos, maniáticos, académicos de la lengua, científicos, premios nóbel, licenciados, empresarios, actores, músicos, artistas de renombre, y lo más granado de esta España nuestra... En definitiva, gente normal con la que te cruzas todos los días en la calle. Van ya ¡once ediciones!, y todas con éxito brutal de audiencia, ninguna como la primera obviamente, incluso la cadena amiga sacó un GH VIP con artista de la talla de Marlene Mourreau, Kiko Matamoros, King África, Rosario Mohedano o Carlos Orellana entre otras figuras de primer nivel. 
Acaba de terminar la edición número 11 de este programa con una media de 3.463.000 espectadores, es decir; de cada 100 televisores 24 veían las hazañas y desventuras de estos personajes, la primera edición tuvo una media de 7.811.000 de espectadores (la mitad del país lo veía, supongo que la otra mitad se acostaba). Esta última edición nos ha dejado perlas como esta:


por cierto, esta chica es la más votada y la más querida por todos los seguidores del show. Es normal, un claro ejemplo de superación social que estamos hartos de ver, una inmigrante en representación de otros tantos que como ella vinieron a buscarse la vida y, fíjate la pobre, que todavía tiene problemas con el idioma porque se defiende con cuatro palabritas básicas, ¡qué graciosa! Ahora nos amenazan entretienen  con una nueva edición "El Reencuentro" (tchan, tchaaaann), donde, dando un paso más allá, mezclan churras con merinas sin miedo ninguno y encierran a lo más granado de todas las ediciones de este programa bajo un mismo techo. Eso sí, hay una condición sin equan non: tienen que ser concursantes que hayan coincidido en otras ediciones y se odien a muerte. ¿La finalidad? no puede ser más noble y altruista: resolver las diferencias, hacer las paces y darse abrazos y lenguetazos en la boca como buenos hermanos ¡muacs, muacs! La realidad, la de verdad no la tele-realidad, es que ya se han tirado los trastos a la cabeza y aún no han entrado. 
Luego nos llevamos las manos a la cabeza diciendo aquello de ¡virgen, virgen, virgen! cuando vemos y oímos ciertas cosas a los chavales y nos preguntamos de dónde carajo habrán sacado eso si apenas levantan una cuarta del suelo. Nos ponemos serios, graves y estupendos y soltamos por nuestra bocaza "¡me cago en...! si es que se están perdiendo los valores", o "se nos escapan de las manos" ... Eso sí, los jueves y los domingos por la noche todos juntitos a ver la tele y reir las gracias que luego te echaré en cara si las repites.

Si es que, maldita sea, tenemos lo que merecemos.

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