18 febrero 2010

Cuéntame un cuento.

Mucho tiempo sin pasar por aquí. Trataré de compensarlo. Los cuentos sufies son una serie de parábolas o reflexiones a cerca de la vida en general. Están relacionados con la cultura islámica pero no tienen tanto que ver con la transmisión de valores religiosos cuanto con la búsqueda del sentido de la vida, interpretaciones como colores. 
Cargamos más de lo necesario. El problema es que, sin darnos cuenta, todo eso que acumulamos y disparamos fuera en el peor momento se vuelve contra nosotros. Sé de lo que hablo. Aparece justo cuando menos lo mereces y explotas cuando menos lo necesitas. Sólo entonces te das realmente cuenta del peso innecesario que soportas.

El viejo maestro.

Había una vez en el antiguo Al-Andalus, un viejo maestro en el arte de la guerra , ya retirado que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate.
Sabiendo de la fama del viejo maestro, estaba allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.
Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.
-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el viejo maestro.
-A quién intentó entregarlo -respondió un discípulo.
-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.


A veces tengo la sensación de que decida lo que decida siempre me equivoco. Soy un perdedor, y lo asumo casi con comodidad estoica, pero no estaría mal, por una vez, paladear el sabor de la victoria. No esta hecha la miel para la boca del asno, pero eso él no lo sabe. Quien toma una decisión puede ganar o perder, el que no hace nada seguro que se equivoca. La apatía, como el silencio, siempre son cómplices de la tragedia...

Indiferencia asesina.

 He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.
Leía aquella frase una y otra vez escrita en un viejo libro de Borges que tenía olvidado hasta que, poco a poco, las letras se derritieron sobre el amarillento papel.
¿Por qué lloras, mamá? - preguntó el pequeño Mario.
El padre subió el volumen del televisor.

Soy de instintos suicidas, lo reconozco. Tomo muchas decisiones sin medirlas demasiado, así me va. Pero no me arrepiento demasiado, ni más ni menos que cualquiera supongo. Lo peor de darse cuenta tarde de las cosas es pensar en todo aquello que dejaste de hacer sin un  motivo concreto, sin una razón de verdad, pero que entonces habrías matado a cualquiera que te hubiera llevado la contraria. Es curioso cómo la misma realidad se percibe de forma diferente según quién la mire. Por fortuna desgracia la realidad es la que es y no la que queremos que sea. Nos pasamos la vida haciendo lo correcto, lo que creemos que debemos hacer en cada momento, justificando lo imposible, excusando lo que no tiene perdón, buscando nuestra ansiada libertad... pero se nos olvida que todo (el borreguismo también) tiene un precio que pagamos tarde o temprano incluso sin darnos cuenta.

Esposas mentales. (este cuento se lo debo a Juanca Adarve, que es un crack)

Un habitante de un pequeño pueblo descubrió un día que sus manos estaban aprisionadas por unas esposas. Cómo llegó a estar esposado es algo que carece de importancia. Tal vez lo esposó un policía, quizás su mujer, tal vez era esa la costumbre en aquella época. Lo importante es que de pronto se dio cuenta de que no podía utilizar libremente sus manos, de que estaba prisionero.
Durante algún tiempo forcejeó con las esposas y la cadena que las unía intentando liberarse.
Trató de sacar las manos de aquellos aros metálicos, pero todo lo que logró fueron magulladuras y heridas. Vencido y desesperado salió a las calles en busca de alguien que pudiese liberarlo. Aunque la mayoría de los que encontró le dieron consejos y algunos incluso intentaron soltarle las manos, sus esfuerzos sólo generaron mayores heridas, agravando su dolor, su pena y su aflicción. Muy pronto sus muñecas estuvieron tan inflamadas y ensangrentadas que dejó de pedir ayuda, aunque no podía soportar el constante dolor, ni tampoco su esclavitud.
Recorrió las calles desesperado hasta que, al pasar frente a la fragua de un herrero, observó cómo éste forjaba a martillazos una barra de hierro al rojo. Se detuvo un momento en la puerta mirando. Tal vez aquel hombre podría...
Cuando el herrero terminó el trabajo que estaba haciendo, levantó la vista y viendo sus esposas le dijo: "Ven amigo, yo puedo liberarte". Siguiendo sus instrucciones, el infortunado colocó las manos a ambos lados del yunque, quedando la cadena sobre él.
De un solo golpe, la cadena quedó partida. Dos golpes más y las esposas cayeron al suelo. Estaba libre, libre para caminar hacia el sol y el cielo abierto, libre para hacer todas las cosas que quisiera hacer. Podrá parecer extraño que nuestro hombre decidiese permanecer en aquella herrería, junto al carbón y al ruido. Sin embargo, eso es lo que hizo. Se quedó contemplando a su libertador. sintió hacia él una profunda reverencia y en su interior nació un enorme deseo de servir al hombre que lo había liberado tan fácilmente. Pensó que su misión era permanecer allí y trabajar. Así lo hizo, y se convirtió en un simple ayudante.
Libre de un tipo de cadenas, adoptó otras más profundas y permanentes: puso esposas a su mente. Sin embargo, había llegado allí buscando la libertad.

Con frecuencia se nos olvida que los muros que levantamos a nuestro alrededor no sirven para protegernos, sino para aislarnos. Es así. Pero todo tiene una lectura positiva. Siempre, siempre, en cualquier momento, en cualquier situación puedes mandarlo todo a la mierda y comenzar de nuevo. O no. Eso depende de las agallas que tengas...

Derrotado sobre el volante, al borde del precipicio, no encontraba los motivos que le habían llevado a aquella situación. Tampoco importaban, ya no había vuelta atrás. Miró al vacío temblando de rabia, el llanto apareció en el momento oportuno y no lo pensó mucho más. Pisó a fondo el embrague, engranó la marcha con violencia, tanto que el coche gruñó del daño, y hundió el pedal del acelerador dejando atrás aquel maldito lugar. Después de todo, se dijo, la vida continúa y no vale la pena tanto por tan poco.

Menos mal que me salva el sentido del humor y alguna que otra ninfa que me parte el encanto en la cara cuando menos me lo espero. Así me va... jajajajajajaja



Aviso para navegantes: se agradecen los buenos comentarios.
Gracias.

11 febrero 2010

Lo que merecemos... ni más ni menos.

En 1948 se publica una novela titulada 1984, escrita por un tal George Orwell (a algunos os sonará, si no caes ahora verás como más adelante te acuerdas). Fue un periodista y escritor de origen inglés posicionado en contra del Imperialismo británico, sobre todo en la India (zona donde él nació), así como de los movimientos totalitaristas nazi y stalinistas tras participar en la Guerra Civil española. Escribió también Rebelión en la Granja, (ya te va sonando algo más, ¿verdad?) pero hoy no hablaremos de esta obra. 
La novela Mil novecientos ochenta y cuatro es una dura crítica a las políticas totalitaristas creadoras de un pensamiento único, muestra una sociedad manipulada por el poder en todos los ámbitos de la vida a unos niveles jamás antes imaginados. La importancia de esta obra es tal que se acuña el término orwelliano como sinónimo de sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitaristas y represoras como las que aparecen en la novela. Pero lo más importante, lo que verdaderamente ha perdurado en el tiempo de esta obra y en nuestros días está más vivo que nunca, es la figura del Gran Hermano. ¡A que ya te suena el Orwell este! Claro. Pues sí, en 1984 aparece la figura de un ente superior, dios pagano, juez, poder político, omnipresente y omnipotente guadián de la sociedad que no está por encima del bien y del mal porque Él es el bien y el mal. Este ser, cuyo nombre es Big Brother, vigila sin descanso todas las actividades cotidianas de la población, al punto que inclusive en las calles y casas hay dispositivos de vigilancia para conocer todos los movimientos de los individuos que son seguidos por este personaje mediante miles de monitores. ¿Os resulta familiar?
¿Por qué este rollo? Os preguntaréis. Porque en 2000 se coló en nuestras casas, gracias a Tele 5, esta tropa.


Quien diga que no los recuerda, simplemente miente como bellaco. Vaya por delante que me parece genial que cada uno vea lo que le dé la gana y que nadie es mejor que nadie por ver documentales de la dos (porque es mentira, no los ve) o el telediario en lugar de esto. Es incuestionable que si millones de personas (sólo en España) no cambian de canal teniendo múltiples posibilidades para hacerlo será por algo. Además, qué carajo, yo era el primero que me plantaba delante de la caja tonta para ver cómo les iba a esta gente cada día, atraído más por la novedad que por el interés, también es cierto, pero atraído al fin y al cabo. Perdí interés porque me parecía un programa repetitvo y demasiado extenso, pero aún hoy puedo decir dónde estaba y qué hacía el día en que Ismael ganó el primer Gran Hermano de España. Y eso, pese a quien pese, sólo ocurre con las cosas importantes fuera de lo común.
Ahora bien. Me entra la risa, tía marisa, cada vez que escucho eso de "los concursantes de GH son un claro ejemplo representativo de la sociedad en la que vivimos". ¡Venga coño hombre! Si eso es así, ¡paren esto que yo me bajo! Yo fomo parte de esta sociedad real y creo que no estoy en el mismo saco, es más, creo que en mi vida me he topado con alguien como las personas que aparecen en estas realidades paralelas que cuatro directivos se inventan tras un puro una tarde de reunión. Me parece genial que entretenga a la gente, que le den mil y una vueltas al formato para hacerlo más atractivo al público y que lo vea quien le de la gana, pero no me vendan la moto de que eso es una ventana a nuestra sociedad real.
Por estas mundos casas han pasado, prostitutas, yonkis, chulos de mano rápida, mafiosillos de tres al cuarto, discapacitados, enanos, paralíticos, todo tipo de identidades, filias y parafilias sexuales, casados que salieron solteros, divorciados que se casaron, madres con sus hijos, espesitos, maniáticos, académicos de la lengua, científicos, premios nóbel, licenciados, empresarios, actores, músicos, artistas de renombre, y lo más granado de esta España nuestra... En definitiva, gente normal con la que te cruzas todos los días en la calle. Van ya ¡once ediciones!, y todas con éxito brutal de audiencia, ninguna como la primera obviamente, incluso la cadena amiga sacó un GH VIP con artista de la talla de Marlene Mourreau, Kiko Matamoros, King África, Rosario Mohedano o Carlos Orellana entre otras figuras de primer nivel. 
Acaba de terminar la edición número 11 de este programa con una media de 3.463.000 espectadores, es decir; de cada 100 televisores 24 veían las hazañas y desventuras de estos personajes, la primera edición tuvo una media de 7.811.000 de espectadores (la mitad del país lo veía, supongo que la otra mitad se acostaba). Esta última edición nos ha dejado perlas como esta:


por cierto, esta chica es la más votada y la más querida por todos los seguidores del show. Es normal, un claro ejemplo de superación social que estamos hartos de ver, una inmigrante en representación de otros tantos que como ella vinieron a buscarse la vida y, fíjate la pobre, que todavía tiene problemas con el idioma porque se defiende con cuatro palabritas básicas, ¡qué graciosa! Ahora nos amenazan entretienen  con una nueva edición "El Reencuentro" (tchan, tchaaaann), donde, dando un paso más allá, mezclan churras con merinas sin miedo ninguno y encierran a lo más granado de todas las ediciones de este programa bajo un mismo techo. Eso sí, hay una condición sin equan non: tienen que ser concursantes que hayan coincidido en otras ediciones y se odien a muerte. ¿La finalidad? no puede ser más noble y altruista: resolver las diferencias, hacer las paces y darse abrazos y lenguetazos en la boca como buenos hermanos ¡muacs, muacs! La realidad, la de verdad no la tele-realidad, es que ya se han tirado los trastos a la cabeza y aún no han entrado. 
Luego nos llevamos las manos a la cabeza diciendo aquello de ¡virgen, virgen, virgen! cuando vemos y oímos ciertas cosas a los chavales y nos preguntamos de dónde carajo habrán sacado eso si apenas levantan una cuarta del suelo. Nos ponemos serios, graves y estupendos y soltamos por nuestra bocaza "¡me cago en...! si es que se están perdiendo los valores", o "se nos escapan de las manos" ... Eso sí, los jueves y los domingos por la noche todos juntitos a ver la tele y reir las gracias que luego te echaré en cara si las repites.

Si es que, maldita sea, tenemos lo que merecemos.

08 febrero 2010

Perdón por la tristeza.

El blues, la seña de indentidad de los espíritus caídos (blue devilso), siempre se asocia a hombres borrachos anclados a un vaso de bourbon, pegados a una desportillada guitarra, intentando arrancarle al alma el sufrimiento. Insisto en el hecho de que siempre pensamos en un hombre cantando y no en una mujer. Bien. Como aquí estamos para romper ciertos estereotipos y creo que nadie tiene copyrigth del dolor, de momento, vamos a darnos un paseo por grandes cantantes femeninas de blues. Prepararos para poneros los pelos de punta. Probablemente no están todas las que son, pero sí que son todas las que están. Comenzamos. 

Todas las cantantes de blues tienen una biografía muy similar: cantante de gospel de adolescencia turbulenta que la obliga a abandonar a su familia y buscarse la vida en solitario. Miles de experiencias, casi todas dolorosas, que marcan para siempre su forma de ver la vida. Coqueteos con las drogas, lujo, maltratos, prositución... todo eso y mucho más se plasma aquí, y de este modo. (Hoy hablarán ellas más que yo)

Etta James (Jamestta Hawkins) nació en 1938 y lleva en esto desde los 14 años, ya a los 5 salía cantando por la radio.

Big Mama Thornton (Willie Mae Thornton) nació en 1926 en Alabama y es el prototipo de vocalista de blues, como no podía ser de otra forma naciendo allí. Misma historia personal que Etta, cantando desde los 14, se hizo famosa con el tema Hound Dog que luego catapultaría a la fama a un chaval guapetón y espigado que respondía al nombre de Elvis Presley, seguro que no lo conoces... Esta mujer es potencia y sensibilidad extrema, te he avisado.

Esta cantante nació en 1942 y grabó el tema que vas a esuchar en 1960. Todo el mundo la conoce como Lady Soul pero también tocó el blues y de qué forma. No necesita presentación, si no la conoces, deja esto y ponte a ver DEC o GH que le sacarás más provecho, seguro. Ella es simplemente Aretha

Memphis Minnie (Lizzie Douglas) nació en 1987 y se ganaba la vida cantando por las calles de Memphis, ahora entiendes lo del apodo. Además tocaba bastante bien la guitarra.

Cassandra Wilson nació en 1955 y tampoco necesita demasiada presentación, es una de las grandes damas del jazz. Aunque yo buscaba el tema (al parecer demasiado raro, porque no aparece por ninguna parte) "Darkness on the delta", nos conformamos con este otro:

Ruth Brown (Ruth Alston Weston) nació en 1928 en Virginia, como casi todas cantaba en la iglesia del barrio hasta que 1945 se cansa y huye de casa con un trompetista para cantar en clubes nocturnos de Washington. Increíble registro vocal.

  Koko Taylor (Cora Walton) nació en 1928 en Tennessee y fue conocida popularmente como 'The Queen of the Blues'. Esto es blues en estado puro! Con este tema alcanzó el éxito (recomiendo que encontréis escuchéis "Only time will tell")

Turbulenta como pocas, fumaba marihuana desde los doce años y acabó deshecha a causa de drogas psicoactivas y heroína (pero eso es otra historia), la siguiente artista tampoco necesita presentación. Una de las tres o cuatro grandes de la historia: Billie Holiday

Shemekia Copeland pertenece a la nueva hornada de cantantes de blues. Ha colaborado con los más grandes del genero y es capaz de hacer cosas como esta:

Bessie Smith nació en Tennessee en 1894, conocida como 'la empreatriz del blues', es una de las clásicas del genero que tuvo su época de esplendor en la década de los 20. Murió en 1937 en un accidente de tráfico que nunca llegó a aclararse del todo.

Mavis Staples nació en Chicago en 1940 y siempre se ha dedicado al mundo del blues y el soul, forma parte del grupo The Staple Singers desde hace años. Continúa cantando por escenarios de medio mundo.

Ma Rainey (Gertrude Malissa Nix Pridgett Rainey) es la esencia del blues. Nació en 1886 en Georgia y es la "madre del blues" porque fue la primera cantante en realizar grabaciones acompañada de un piano o una orquesta. Se casó a los 14 y murió a los 39 por problemas cardiacos. Me encanta el título de esta canción "Llámame lo que quieras, pero ¡llámame!"  (coño!!, le faltó decir al final!

Faltan muchas: Bessie Smith, Mamie Smith, Ethel Waters, Ida Cox, Victoria Spivey, Sippie Wallace, Alberta Hunter, Clara Smith, Edith Wilson, Trixie Smith, Lucille Hegamin, Bertha Hill, Lizzie Miles, Sara Martin, Rosa Henderson, Martha Copeland, Lucille Bogan, Edith Johnson, Katherine Baker, Margaret Johnson, Hattie Burleson, Madlyn Davis, Ivy Smith, Alberta Brown, Gladys Bentley, Ida Goodson, Fannie May Goosby, Bernice Edwards y Florence Mills.

De postre os dejo a una de las nuevas, la fantástica Joss Stone con untema que me encanta. Disfrútalo.

No sé para vosotros, para mi, el blues, es poner el alma en carne viva.
Ciao!





     

03 febrero 2010

Santuarios particulares.

(Yo que tú, pondría el video antes de leer esta basura. Avisado quedas.)

No sé a vosotros pero a mí me pasa que  a veces tengo la sensación de no ser de este planeta. Ocurre que sientes una estúpida sensación de vacío que apenas te deja encontrarle sentido a las cosas. El problema se agranda cuando, además, te sientes fuera de lugar, desplazado de tu propia vida, de lo que siempre creíste que eras. Soy un tipo raro particular y eso tiene un precio: te encasillas rápido, te aislan pronto. Traté de engañarme y perdí, es lo peor que puede pasarte cuando te enfrentas a ti mismo. Durante mucho tiempo me hicieron creer que todo era culpa mía, y no lo niego, es que tengo unas cosas.... prefiero un libro a la tele [friqui]; música que me diga algo (en directo a ser posible) a las fantásticas radiofórmulas [intenso de más]; expreso lo que siento, no me reservo casi nada (así me luce el pelo) [enterao]; no me gusta joder a nadie (a propósito, claro) [bienqueda]; no juzgo, trato de averiguar lo que hay detrás de cada acción y valoro mucho más una idea, un sentimiento, que una acción porque los hechos pueden estar equivocados pero tendrán justificación para quien los realiza [pesao]; me preocupo por la gente que me importa, por lo que hacen, por cómo lo hacen, por lo que sienten y padecen [controlador] En definitiva, a veces me siento como una etiqueta difícil de arrancar. 


Desde los diecinueve años llevo buscándome la vida casi por solitario, las cosas no ha sido fáciles pero tampoco me quejo. Asumes que con el tiempo nada es como esperabas que fuera, el problema es que tengo la impresión de no haber acertado con las decisiones opciones que elegí. Supongo que, en el fondo, nos enseñan a hacer lo que debemos y no lo que realmente queremos, y conste que yo nunca, jamás, en mi vida, me he dejado arrastar por corrientes, doctrinas, rebaños... (es lo único que me queda de orgullo, no me lo quitéis). Cuando descubres esto quizá es demasiado tarde. Entonces es cuando sientes una pequeña punzada en la nuca, justo donde la columna se une con el cuello, y no quieres hacerle caso porque ya sabes lo que es, lo has tenido otras veces y crees que ahora no es el mejor momento para que el fracaso llame a tu puerta; pero también sabes que no podrás ignorarlo mucho más tiempo. Para ser sincero tampoco me preocupa mucho el estado en que me encuentro, lo he tenido muchas más veces, vivo a medias con él desde que tengo uso de razón. Pero es cierto que empieza a durar más de lo que esperaba. 
La soledad, voluntaria, cura. Es algo que todos sabemos. Por eso existen los refugios espirituales, si eres de los que creías que se va a estos sítios a tener una revelación mística de un ser divino, siento desengañarte. Estos lugares se crean para que podamos pensar sobre nuestra miserable existencia y llegar a algún acuerdo con nosotros mismos. Un banco solitario de un parque abandonado cumple la misma función si es lo que queremos. He vivido en cuatro lugares diferentes a lo largo de mi vida, uno encantador y tres no tanto. Cuando llego a una ciudad  nueva tengo la manía costumbre de buscar un santuario exclusivo para mí. Siempre encuentro un lugar donde acudir cuando todo a mi alrededor parece irse al carajo. Es lo primero que hago, lo más importante. Ese lugar debe reunir unos requisitos: aislado, agradable, silencioso, que dé sensación de libertad y que esté fuera de la civilización. Todos deberíamos tener un rincón como este en cualquier lugar donde nos encontremos, os lo recomiendo. Acudo allí sólo cuando es imprescindible, de lo contrario perdería su función. Ahora tengo varios refugios donde desaparecer que hacía mucho que no visitaba, últimamente acudo allí más de la cuenta. Jamás revelo la ubicación de estos sitios, procuro no hacerlo, pero siempre hay excepciones: si alguien lo necesita más que tú o te importa de verdad está permitido compartirlo, pero será él quien decida cuando esto es posible no tú. 
Si no tienes un sitio de éstos búscalo, no se compran en el Corte Inglés, ni está de moda, no reproduce formatos raros ni aparecen en internet, ni siquiera es cool, chic, vintage, amaizin... ni gilipolleces de esas. Simplemente será la mejor inversión que podrás hacer en tu puta vida...

Seguro que hay alguien que aprovecha esta canción (eso espero, porque se la debo), si no... el que la quiera para él. Estaría bien mandarlo todo a la mismísima mierda y empezar de cero (el valor para marcharse, el miedo a llegar)    


Recuérdalo. Si alguna vez no me encuentras, o no quiero que me encuentres, ya sabes dónde buscarme. Ven, que te espero....

01 febrero 2010

El guardián dejó de vigilar.

El pasado 27 de enero falleció Jerome David Salinger, tenía 91 años y escribió una de las obras más influyentes de la literatura: El Guardián entre el centeno de obligada lectura para todos.
J. D. Salinger nació el 1 de enero de 1911 en New York en el seno de una familia acomodada y de estricta moral religiosa. Cursó estudios en Europa, pasó por una academia militar y sirvió al ejército durante la II Guerra Mundial. Niño problemático, al igual que el protagonista de su novela, que fue expulsado de varias escuelas y comenzó a escribir en la adolescencia de forma clandestina. Comenzó a realizar pequeñas colaboraciones en The New Yorker, su revista de referencia, donde publicará su primer éxito: Día perfecto para el pez plátano en 1948. Tres años más tarde, en 1951, publicará su obra maestra The Catcher in the Rye que alcanzará un éxito inmediato de una dimensión inesperada. Ese mismo año Salinger se retira para siempre de la vida pública. Publicará un par de novelas más, Nueve historias (1953) y Fanny y Zooey (1961) ya recluído en su casa de campo a las afueras de Nueva York. Holden Caufield, su mordaz y afilado protagonista dice en un pasaje del libro: "me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente". Lo consiguió.
Uno tiene la sensación de que Caufield, el alter ego de Salinger, es en realidad el yo que el protagonista siempre quiso ser. En esta ocasión no es el personaje de ficción quien se alimenta y vive de las experiencias del escritor, si no el autor quien hace lo posible y lo imposible por hacer realidad su novela. En realidad Salinger es Caufield y hará cualquier cosa por conseguirlo. Se vendieron más de sesenta millones de ejemplares en el mundo de aquella novela, aún hoy vende cada año más de 250.000.
El Guardián entre el centeno es una obra fascinante por muchos motivos. Retrata de forma única y de realidad extrema las contradicciones del mundo adolescente, sus miedos, la hipocresía social, el miedo atroz a crecer y unirse al mundo adulto, despiadado y egoísta que se esconde tras la falacia de la eterna felicidad. Retrata a la perfección el otro "sueño americano", el de carne y hueso, que se repite generación tras generación. La forma de contar la historia es excepcional, el lenguaje utilizado, la estructura, los diálogos. Consigue que el lector se identifique y se implique en la vida del protagonista como si fuera la suya propia. El protagonista, Holden Caufield, critica ferozmente el engaño al que lo somete la vida social que lo rodea, esa idea del todo vale, todo es posible en un mundo de libertades y posibilidades infinitas. Mentiras que generaciones como la mía aún siguieron tragándose y para las que el mundo real sólo tiene etiquetas: yo crecí dentro de la generación X, a la que siguió la Y y ahora parecer ser que viene la NiNi. Todas tienen lo mismo en común, un desengaño terrible de la realidad que le ha tocado vivir, cuesta darse cuenta de que el principe azul en realidad es un sapo y de los gordos. 
Otra de las cosas que hace especial esta novela es la rumorología que envuelve tanto a la obra como al autor. Mark Chapman, el asesino de John Lennon, justificó su acción basándose en páginas de esta historia en la que, se dice, existen códigos ocultos y claves sicológicas que incitan a matar. Yo de momento, sólo de momento, no me he visto impulsado a hacer algo así (¡cuidado!), pero siempre fue considerado un libro maldito poque, al parecer, muchos asesinos en serie tenían ese libro sobre su mesita de noche. No obstante, siguiendo esta lógica, a nadie se le ha ocurrido considerar la Biblia un libro maldito, a pesar de que muchísima gente la leía antes de cometer sus crímenes, con el añadido de que aquí sí encontraban justificación para tales actos. ¡Ay, esa doble moral!
Sin duda parte de la fascinación que ejerce esta novela se debe también a su particular autor. Muy pocas imágenes se conservan de J. D. Salinger, se convirtió en eremita en la cima de su éxito haciendo de su casa una fortaleza de la que espantaba a los curiosos a escopetazos. Su hija Margaret publicó una biografía sobre su padre en 2000 donde lo muestra como una persona enferma que se bebía su propia orina, obsesionado con la religión, entregado al Budismo, después a la Cienciología y por último a la Ciencia Cristiana (era obvio que tenía que haber temas religiosos de por medio, el padre de Salinger era un judío de los de agarrarse)  que llegó incluso a abusar de su mujer a la que mantenía como una "virtual prisionera". Además padecía "glosolalia" (si no sabes qué es... ¡búscalo!) que encaja bastante con su forma de entender la realidad. En definitiva un tipo raro del carajo, pero aquí se valora la obra, no el autor.
Así comienza El Guardián entre el centeno de J.D. Salinger, si quieres saber cómo termina, ya sabes lo que tienes que hacer.
Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco. A D.B. tampoco le he contado más, y eso que es mi hermano. Vive en Hollywood. Como no está muy lejos de este antro, suele venir a verme casi todos los fines de semana. El será quien me lleve a casa cuando salga de de aquí, quizá el mes próximo. Acaba de comprarse un Jaguar, uno de esos cacharros ingleses que se ponen en las doscientas millas por hora como si nada. Cerca de cuatro mil dólares le ha costado. Ahora está forrado el tío. Por si no saben quién es, les diré que ha escrito El pececillo secreto, que es un libro de cuentos fenomenal. El mejor de todos es el que se llama igual que el libro. Trata de un niño que tiene un pez y no se lo deja ver a nadie porque se lo ha comprado con su dinero. Es una historia estupenda. Ahora D.B. está en Hollywood prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren.
Pinta bien, ¿verdad?