23 diciembre 2012

Sobre profecías y otros desvaríos



Adiós al mundo tal y como lo conocimos. Desde ayer nada será lo mismo porque todo llegó a su fin, qué le vamos a hacer ya nos avisaron. A pesar de todo, quiero romper una lanza en favor de Los Maya, que no son un grupo flamenco nacido de algún suburbio español, sino una civilización listísima extraordinaria que predijo, entre otras cosas, el fin de los tiempos...

 Se nos ha ido un poco de las manos esta historia del fin del mundo. Jamás he sido de profecías, supersticiones, religiones ni creencias varias; no me interesaron como tal nunca, me fascina sin embargo el poder que tienen éstas en la gente, en nuestro alrededor; la capacidad de alterar nuestras vidas de forma sistemática. Dicen que carezco de corazón empatía, que no me conmuevo ni viendo a Marco el día de la madre, afirman que soy frio, que calculo los sentimientos como jugadas de ajedrez, que soy de hojalata... ¡pobres! Sólo ocurre que padezco escepticismo crónico irreversible; me cuesta creer, prefiero intuir...pero siempre me dejo guiar por lo importante antes que por lo urgente. No me creo lo que me devuelve el espejo, como para creer en el apocalipsis predicho por los inventores del número 0 mirando a las estrellas. Me cuesta, qué quieres que te diga, igual que el meteorito, el cometa Halley, el efecto dos mil y Nostradamus.

 Pero mira tú por dónde que esta vez estoy del lado de los fatalistas, creo que los Mayas no se equivocaron en absoluto. Sí, llámame loco, abogado del diablo o toca pelotas... pero creo que acertaron de lleno. La profecía no habla de destrucción, en absoluto, habla del fin de una era, "se acabará el mundo tal y como lo conocemos". Estoy convencido que justo eso ha sucedido millones de veces a lo largo del día de ayer, a la hora exacta que predijeron, las 21:00 del 21/12/2012. No olvides que cada persona es un mundo y estoy seguro que más de un mundo se puso patas arriba ayer, dejó de ser lo que era para siempre, se acabó "tal y como se conocía" ahora toca empezar de cero nuevo sin olvidar que, a pesar de todo, lo importante es seguir vivo.


Pero…, imagina por un instante que supieras a ciencia cierta que todo cuanto te rodea se va al carajo, desaparece… pero sin estrambóticas exageraciones, con total calma, en paz. Suponte además que lo sabemos con tiempo, que podemos hacer maletas, planificar dónde, cómo y con quién pasar las últimas horas sobre la faz de la tierra. Imagina que todo está programado, estamos configurados y llega nuestro final de vida útil sin drama…¿qué harías? No pienses más…


Me llama la atención que la mayoría de la gente se aterre y se paralice sólo de pensar que este momento pueda ser real, y lo será pero mucho me temo que no estaremos aquí para celebrarlo. No sé lo que haría en ese justo instante, pero creo tener claro lo que no haría, en palabras del maestro Sabina:

“Que el fin del mundo te pille bailando […]
que cada cena sea tu última cena
que ser valiente no salga tan caro
que ser cobarde no valga la pena.”

A veces llega un momento en el que crees estar por encima de todo cuanto te rodea, de tu entorno, tus circunstancias, de ti mismo; justo entonces descubres el error: en realidad no levitas sobre todo, pasas de soslayo casi sin querer, por eso no crees en profecías porque te importa un carajo que se cumplan o no. Ya lo dijo Groucho: “¡paren el mundo que me bajo!” El terror aparece después, sólo un instante, cuando piensas, “y si…” esto se va a la mierda de verdad y no has sentido vivido lo que buscabas, o lo has vivido mal, o lo que es peor, podrías haberlo vivido mejor. Entonces entiendo el miedo… Y te das cuenta que la profecía se cumplió, que el mundo que conocías has este maldito 21/12/2012 desapareció, y que esa tribu primitiva y desaparecida tenían razón pero a su manera, que el mundo que llegó a su fin no está precisamente bajo tus pies


Sólo hay una profecía en la que creo, la única que se cumple cíclicamente, inalterable, inevitable, inviolable… la profecía del Coyote, que tiene mucho que ver con un síndrome propio pero eso es otra historia que algún día contaré por aquí…, o no. El caso es que los apocalipsis y los finales del mundo me importan un carajo porque, a veces, “sucede que me canso de ser hombre”

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas moradas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
no quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
Walking around.
Pablo Neruda.

Al final, quizá sí se cumplió la profecía, quizá se cumplieron millones de profecías… ¿y la tuya? No te preocupes, vendrán más y siempre podrás decir que te lo dije…






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