Adoro las ferias del libro. Cuanto más antiguos, gastados y roñosos estén, mejor. Tengo por costumbre visitar todas las que puedo y quedan a mi alcance, siempre encuentro algo que me interese y si no me lo invento. Soy para los libros como las urracas para lo brillante, los atesoro con sumo cuidado, me encanta olerlos, tocarlos, acariciarlos y, por supuesto... leerlos.
Por desgracia cada vez hay menos ferias de este tipo, quizá porque en realidad cada vez quedan menos libros físicos y más digitales, tal vez porque la gente prefiere más "tableta" y menos libreta, o qué se yo.
Recuerdo la última que visité, fue en el paseo de Almería y hace de esto ya dos años (¡qué barbaridad!). Era una plácida tarde de noviembre y a pesar de la pancarta que daba la bienvenida a la feria del libro antiguo de la ciudad, allí podía encontrarse de todo excepto, ¡sorpresa!, libros. Podías comprar calculadoras, material escolar, carteras, ponchos bolivianos, pulseras de cuero, camisetas de nirvana o hello kittie, sombreros varios... y al fondo, casi escondidos de la vergüenza había cuatro casetas metálicas en cuya cabecera podía leerse "Feria del libro de Almería". Recorro todo el paseo esquivando puestos de chapas, inciensos, algodón de azúcar y gofres, entre otras muchas cosas, y cuarenta casetas después por fin encuentro libros.......
La decepción fue mayor cuando descubrí que se trataba de librerías normales, quiero decir; no de viejo, con libros que se pueden encontrar en cualquier Corte Inglés. No obstante ya que había conseguido llegar hasta allí atravesando ocarinas y pachulí opté por comprar algo. En principio buscaba alguna edición curiosa de Las flores del mal de Baudelaire, algo de Poe o alguna novela de posguerra de la literatura española. Visto el panorama me decanté por libros más actuales fáciles de encontrar, algo de García Montero y algunas obras completas de Miguel Hernández, este último lo deseché y me fui directo a por la última novela de Murakami, que por cierto aún duerme el sueño de los justos entre las pendientes. Con Un invierno propio de Montero bajo el brazo, dudé cuando tuve delante 1Q84 de Murakami. Lo cogía, lo miraba, leía la contraportada, lo soltaba, cogía otro de al lado repetía el ritual y volvía a cogerla de nuevo.
Los libros, como las personas, se compran por la cubierta y se abandonan por lo que esconden en su interior y este me daba buenas sensaciones por su sobriedad y, sobre todo, por su textura, algo que una edición digital proyectada en una pantalla jamás podrá igualar. La contraportada destacaba que había recibido el premio a mejor libro por la asociación de libreros de España, o algo así, algo que reconozco me escamó bastante a pesar del afecto que siento por esa especie en peligro de extinción que son los libreros. Para colmo de males no sabía nada del autor, la única reseña: "David Monteagudo (Viveiro, Lugo, 1962), gallego afincado en Cataluña, descubrió su vocación literaria a los cuarenta años." Operario en una fábrica de cartón cuya primera novela publicada es precisamente esta.
Abrí el libro como quien abre un ataúd encontrado en una excavación arqueológica. No lo leí, lo devoré... Fantástica novela, de principio a fin. Ingeniosa, intrigante, aterradora por momentos y sobre todo bien escrita que es lo importante. Es terror, ciencia ficción, suspense... de todo un poco y más. Te crees todo lo que cuenta desde el principio de la historia y mantiene esa línea sorpresa tras sorpresa. Hay novelas que requieren un esfuerzo imaginativo por parte del lector para situarse dentro de la historia, con esta no ocurre eso. Es tremendamente cinematográfica, fue lo primero que pensé al terminar de leer la última página, toda la historia se levanta como una neblina fantástica y real que inunda todo tu alrededor, vives y sientes con los personajes casi en primera persona. ¡Extraordinaria!
Saltando el final que me pareció más un salir del paso que un final apropiado, toda la novela merece mucho la pena. Hasta aquí todo bien. Esto ocurrió en 2010, la semana pasada fui al cine a ver la conmovedora y sobrecogedora Lo Imposible, el último tráiler antes de la película me dejo boquiabierto. Maribel Verdú encabezaba un grupo de jóvenes a través de un camino en mitad de la montaña, no puede ser, pensé... la película que anunciaba se titula FIN. ¡Eran ellos! los personajes de la novela, lo supe desde el primer fotograma, sabía que era una película para llevar al cine, pero jamás imaginé que se haría realidad. Tengo muchas ganas de ver esa película, quién iba a imaginar que un libro de un desconocido que llegó a mis manos por accidente gracias a un librero en una triste desarbolada feria del libro llegaría a la gran pantalla.
Os recomiendo que leáis la novela antes de que os la destripe alguien que se la encuentre por casualidad en el cine. David Monteagudo tenía diez novelas más escritas, se han publicado a raíz del rotundo éxito de Fin, la compra de derechos para el cine ha venido después y creo que ha pillado desprevenido hasta a el propio autor. Es fantástico que sucedan estas cosas, que un desconocido currante en una fábrica de cartonaje de Barcelona consiga publicar una novela y llevarla al cine, ¡genial! Seguro que ni en sus mejores sueños pensó por un momento que podría hacer realidad algo así.
Ya lo dijo Calderón:
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
No lo olvides, no te la pierdas....
Pues tendremos que ir a verla, ya has hecho que nos pique el niki,como siempre. Por cierto me sumo al lema:
ResponderEliminar"Menos tableta y más libreta"
Regístralo que me ha encantao, plis.