23 diciembre 2012

Jingle bells!!



Caminaba con Lorraine bajo la gélida noche de la ciudad dormida, embozado en la gabardina y con mi viejo sombrero negro calado hasta las cejas. A pesar de la temperatura, ella vestía una estrecha minifalda y unas botas altas que me permitían ver sus piernas lo suficiente como para distraer mi atención del camino. Nos detuvimos en una de tantas recreaciones de buena vida y armonía que por estas fechas inundan la ciudad. Por muchas historias que me cuenten, amigo mío, me decía una noche Freddy con su voz de lija, yo seguiré pensando que aquel pueblo fue un trocito de tierra que algún poderoso rey regaló a Belén, la más bella de sus fulanas, que terminó volviéndolo loco con la mágica danza de su vientre envenenado. Me encantaría vivir ahí dentro contigo, dijo Lorraine apretándome el brazo, siempre que hubiera un buen burdel donde poder trabajar.

Sobre profecías y otros desvaríos



Adiós al mundo tal y como lo conocimos. Desde ayer nada será lo mismo porque todo llegó a su fin, qué le vamos a hacer ya nos avisaron. A pesar de todo, quiero romper una lanza en favor de Los Maya, que no son un grupo flamenco nacido de algún suburbio español, sino una civilización listísima extraordinaria que predijo, entre otras cosas, el fin de los tiempos...